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Al acostarme pienso, “¡Cuánto falta para el amanecer!”. Y doy vueltas en la cama hasta el amanecer. Tengo el cuerpo cubierto de gusanos y de costras. La carne se me revienta y brota el pus.

»Mis días se van más veloces que una lanzadera, y sin esperanza alguna llegan a su fin.

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